Lynch y Salvador, encerrados en un apartamento en Buenos Aires, se encuentran con Irene, quien les explica que ella trabaja para la Interpol en la división de protección a testigos, y necesita fingir la muerte de cuatro personas amenazadas.
Javier llega a Buenos Aires. Allí, Lynch le cuenta sobre la promesa de Irene de limpiar sus nombres. De inmediato ponen en marcha un plan para simular la muerte del hacker, y así evitar que los militares corruptos lo asesinen.
Irene les proporciona a Lynch e Isabel una vieja funeraria desde donde planear las siguientes dos muertes fingidas: Miguel Fernández, el empleado de un banco, y Samuel Bak, el gerente de una clínica.
Cuando el empleado del banco es asesinado en el hospital, el doctor Bak intenta salirse del plan. Irene lo convence de seguir, pero Bak tiene otros planes.
Isabel es secuestrada. Para rescatarla, Lynch deberá descubrir quién es el infiltrado en la organización.
Lynch descubre que Irene no trabaja para la Interpol. Fueron víctimas de un plan secreto para ejecutar un robo perfecto, que se salió de control y se convirtió en un frenesí de asesinatos.
Muerto de dolor, Lynch entierra a Isabel en el patio de la funeraria. Jura que la venganza será terrible, pero para descubrir quién está detrás del robo deberá acceder a la caja de seguridad del banco en el que trabajaba Fernández.